Los pájaros no cantan porque tengan una respuesta. Cantan porque tienen una canción.

DIRECCIONES DEL VUELO

27 de noviembre de 2011

Corazón de locomotora.

Era como si de repente hubiera olvidado que tenía la capacidad de correr a la velocidad de las locomotoras. Hubiera querido dar marcha atrás, lanzarse a las vías y correr como una condenada persiguiendo el tren que llevaba a Dermot en su estómago, desafiándolo. Y aunque no tuviera esa capacidad sobrehumana, aunque su corazón no necesitara carbón para funcionar, si finalmente hubiera decidido emular a uno de esos veloces mastodontes para recuperar a Dermot, o quizá sólo para darle otro penúltimo beso, Betsy lo hubiera conseguido. 


Pero ni siquiera podía mirar atrás mientras se dirigía a la salida de la estación. Sospechaba que si lo hacía, se vería a ella misma y a Dermot multiplicados cientos de veces, envueltos en escenas que le recordarían lo que podían haber sido. Abrazados en un banco, compartiendo un vaso de té, persiguiéndose entre los fantasmas de la estación, saltando sobre los trenes de tejado en tejado, siendo la única luz de ese lugar tan horrible. Pero habían pasado a ser parte del polvo de la estación, polvo del recuerdo que se posa sobre los discos de vinilo que solían escuchar juntos. 


Cuando Betsy montó en el taxi, aún notaba a Dermot sobre su boca, sentado sobre sus hombros como un fantasma que estaría más presente que cuando la llevaba al cine o la sentaba sobre sus piernas en el autobús.

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