Los pájaros no cantan porque tengan una respuesta. Cantan porque tienen una canción.

DIRECCIONES DEL VUELO

15 de noviembre de 2011

Maúllas.

Mis pezuñas sólo palpan tu espalda, tu carne húmeda por el rocío. Mi pecho siente tu pecho, y nuestros cuellos se amoldan. Mis pupilas romboides tratan de enfocar el árbol en cuyas ramas enroscamos nuestros rabos. Mis oídos no oyen más que el aliento que abandona mis pulmones y los tuyos. Y mi boca rota por la tuya sólo prueba tus elegantes deseos mezclados con los míos. Los gatos azules bostezan alrededor. Las palomas, aunque fingen estar dormidas, nos observan desde sus nidos de plumas blancas. Las otras criaturas de la noche admiran este baile de dos, en el que mantenemos los modales aunque sea obsceno, el paso acelerado en el que llegamos a la meta tomados de la mano.


- Nunca subestimes a un gato callejero - maúllas.


Tu voz de pirata me eriza los cabellos cepillados. Yo, una gata perfumada, acostumbrada a la hora del té entre mantas calientes, no me acostumbro a tu otra calidez, a tu meteoro oscuro. Una caballerosidad que me parte en dos. Tengo la luna entre las garras, todo el firmamento alrededor del esqueleto, y me elevo hacia las alturas. Me matas de delirio.


Te relames los bigotes y mordisqueas mi cuello felino. Un viaje, encajados en la entrepierna, disfrutando de un dolor que nunca duele a tu lado, que acaba tan pronto como el olor a tostadas recién hechas invade el vecindario y las palomas emprenden su vuelo.

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